Es una trilogía de
tragedias griegas escrita por Esquilo (458 A.C.). Es la la única trilogía que
se conserva del teatro griego antiguo y versa sobre el final de la maldición de
la casa de Atreo.
Toda la obra
resulta interesante, pero particularmente destacamos la tercera, intitulada Las
euménides, en la que se relata cómo Orestes es llevado a juicio ante el
tribunal divino. Concretamente, Orestes, Apolo y las Furias son llevados ante
un jurado de atenienses con el objeto de que se decida si el asesinato de
Clitemnestra por parte de Orestes (su hijo), le hace merecedor del tormento que
sufre como castigo. Las actuaciones de Apolo y, especialmente, de Atenea son
decisivas a la hora de dictarse el veredicto.
El tribunal
integrado por doce jueces supone una novedad, pues permite que la venganza deje
de ser la forma de castigar un delito, dando paso a la justicia y a la
resolución heterocompositiva del conflicto planteado. El tribunal no estaría
conformado por cualquier ciudadano, sino por los mejores de la ciudad, un tribunal de “jueces
ligados por juramento que juzguen en todos los tiempos que han de venir” y así
se ordena que se sustancie el proceso conforme a las pretensiones. En
definitiva, para Atenea impartir justicia de manera recta e imparcial es una
obligación que recae en “un tribunal insobornable, augusto y protector del país
y siempre atento por los que duermen”.
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