martes, 30 de enero de 2018

Derecho y literatura: Antígona

Es una tragedia griega escrita por Sófocles antes del 441 A.C. Ambientada en Tebas, luego de que Edipo la abandonara. La historia comienza después de que los hijos varones de Edipo (Etéocles y Polinice) se mataran entre sí, razón por la cual Creonte, Rey de Tebas y tío de los hermanos muertos, ordenó a que se entierre con honores a Etéocles, pero prohíbe sepultar -so pena de muerte- a Polinice, a quien considera un traidor que no merece homenaje póstumo.

A pesar del Decreto de Creonte, Antígona, hermana de Polinice, se dispone a darle sepultura y así se lo hace saber a Ismenia (su otra hermana), quien se niega por temor de que de ser descubiertas las condenen a muerte, tal y como estableció el tirano.

Después de que se conoce que Antígona robó el cadáver para enterrarlo y, luego de ser castigada, Hemón, hijo de Creonte y prometido de la condenada, pide que no se aplique la sentencia, pero ya es muy tarde. Cuando Creonte se dispone a perdonar a Antígona, ella ya se había suicidado, lo que repitió Hemón al verla muerta y Eurídice al saber que su hijo también se encuentra sin vida. Creonte decidió rectificar, pero ya las muertes habían sucedido.

El primer elemento que surge de la obra es la confrontación entre el derecho natural, que asiste a Antígona para darle sepultura a su hermano y el derecho positivo, manifestado por la prohibición de Creonte de llevar ello a cabo. La obra realza la libertad, el amor fraternal y el derecho natural frente a cualquier ley despótica. En nuestros días se podría decir que se trató de reafirmar los derechos humanos.

Así, el Decreto de Creonte no tiene ningún valor en el reino de los dioses, que es la ley que ante todo desea obedecer Antígona, quien prefería enfrentar la justicia terrenal antes que la divina. De manera que los derechos que hace valer Antígona son naturales y anteriores a la condición del ser humano. Antígona prefiere morir antes que evadir lo que ella considera como un acto justo, ella se rebela en contra de un tirano que desconoce la ley natural. Al respecto, vale la pena reproducir el siguiente diálogo:

“Creonte: Y aún así ¿te atreviste a violar esta ley?
Antígona: No ha sido Zeus quien ha decretado esta ley ni Diké, compañera de los dioses subterráneos, quien ha dictado nunca entre los hombres leyes de esta naturaleza. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que un hombre solo pueda ser soberano por sobre las leyes no escritas e inmutables de los dioses. Su vigencia no es de hoy ni de ayer sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron…”.

Finalmente, a la luz de la regulación de los derechos humanos en la actualidad, Creonte y su orden violaron el derecho que tiene cada persona, de tener un culto a su muerte. Además, realza la libertad de conciencia, pensamiento y de expresión, que deben ser reconocidos y respetados por toda autoridad, independientemente de la forma que el Estado haya adoptado.

La obra puede leerse aquí.

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